Ayer, bajo el título de Honduras: una victoria del pueblo; la lucha debe ser más intensa que nunca, el sociólogo hondureño Ricardo Salgado presentó un análisis acertado en Cubadebate, del que a condición reproduzco los primeros párrafos:
Los que afirmaron que el Presidente sería restituido a principios de noviembre para legitimar las elecciones, y atado de pies y manos, lograron describir hace muchas semanas el final que ahora estamos presenciando. Pero que conste, no es el final del golpe; este continúa vigente, sus propósitos prevalecen; las condiciones que lo ocasionaron siguen tan vigentes como el 28 de junio.
El acuerdo político presionado por la diplomacia gringa no contempla temas críticos, sino mas bien trata de ignorar asuntos de fondo y pone de relieve la preeminencia de los intereses oligárquicos. El presidente Zelaya firmó con su restitución lo que puede interpretarse como la victoria del golpe y los golpistas.
Los detalles siguen siendo engorrosos: todavía esta pendiente una calendarización de las acciones que llevaran a Zelaya de vuelta a la casa presidencial. Técnicamente el acuerdo todavía puede mantener al presidente constitucional varios días encarcelado en la embajada de Brasil, pues es el Congreso Nacional el que deberá decidir la suerte del país.
Este mismo congreso que cometió el delito de falsificar la firma del presidente, y que decretó su destitución. Menudo acuerdo donde el ladrón decide que tipo de justicia recibirá su victima. La Corte Suprema de Justicia, que ordenó el arresto y deportación de Manuel Zelaya Rosales, tendrá que dar una opinión jurídica para orientar al congreso. Vaya solución.
Hay varias comisiones a formar: de seguimiento, de la verdad, y quien sabe que mas. En el marco de este enredo la oligarquía gana el reconocimiento de las fraudulentas elecciones; ahora Zelaya prestará sus esfuerzos para lograr que se reabran las puertas de la ayuda internacional a la ya maltrecha economía hondureña.
Al final no hay garantías de lo que va a suceder, ni como ni cuando. Igual que ha sucedido a lo largo de todos estos meses trágicos, la incertidumbre domina el escenario. Seguimos dependiendo de los embustes de los asesinos que inventan decretos que ellos mismos no respetan.
Ayer, contrastando con la mesa de negociaciones, la resistencia fue brutalmente reprimida. A pesar de contar con los permisos requeridos, la policía y los militares decidieron darle una nueva dosis de gas, golpes y balas al movimiento popular, como un recordatorio de que los acuerdos no eliminan la represión; no eliminan los grupos paramilitares; no eliminan los asesinatos selectivos; no eliminan las violaciones a los derechos humanos.
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