El club de regentes de La Haya (actualmente alrededor de Balkenende, pero anteriormente también alrededor de otros refitoleros) sigue dándonos la lata sobre el encanecimiento de la población, por lo que con el tiempo no habrá suficientes obreros. Hace unos meses el ministro Donner (que por lo visto ahora sabe todo sobre asuntos sociales, mientras que en un régimen anterior como ministro de justicia era -por lo menos formalmente- responsable de los once inocentes que se quemaron vivos en la prisión de Schiphol) quería que los patrones pudieran despidir más fácilmenta a 'sus' obreros. Como esa idea causó muchísima conmoción no se llegó a realizar. En vez de este plan una Comisión Bakker tenía que estudiar el problema y proponer soluciones. Donner ya les encargó más o menos que se habría de facilitar el despido de los obreros.
Sea como sea, eso no lo ha conseguido, pero sin embargo la Comisión Bakker tampoco ha conseguido penetrar en el núcleo del problema. Piensa que la solución se encuentra en un paulatino aumento de la edad legal de jubilación hasta los 67 años y estimular que ya ahora los obreros sigamos trabajando hasta los 65 años. Además la prestación de desempleo, que ya no es demasiado generosa (gracias a los regímenes de las últimas décadas), habría de ser reducida más aún. (NRC/Handelsblad de hoy)
Pero ¡qué puñeta!... ¿es tan difícil pensar? ¿Esos de la Comisión Bakker tienen las cabezas tan vacias que ni se enteran de que el problema precisamente es que no hay problema?
¿Para que hace falta que trabajemos tantos? ¿De verdad es necesario agotar todas las materias primas, convirtiéndolas en artículos que dentro de un mes se dejan de utilizar (zapatos, porque los tacones son demasiado altos, o la puntera demasiado cuadrada; ropa, que ya no está de moda; teléfonos móviles, porque hay nuevos modelos con nuevas opciones insensatas)?
¿Quién se hace feliz de todo nuestro trabajo de esclavos hasta que lleguemos a la edad de 65 (y en el futuro 67) años, o hasta que el trabajo nos mate? Nosotros desde luego no. Porque, aunque la economía neerlandesa funciona fantásticamente (por lo menos según el régimen de La Haya), nuestro poder adquisitico año tras año se reduce, a pesar de las historietas veladoras de las bandas de Balkenende.
Los únicos que se aprovechan de nuestra situación de esclavitud son los patrones, los capitalistas, los accionistas y demás inútiles. Y aún... ¿De qué les sirve un millón más? Pueden añadir otro coche más caro a su colección, o construirse otro chalé más lujoso en las quimbambas, o tal vez pueden organizar orgías a escala más grande... ¿Se hacen más felices así? Aparentemente no, porque su único móvil en la vida no es gozar de lo que hay, sino sigue siendo agarrar aún más e intentar aún más superar a los demás.
La solución es obviísima: los inútiles todos necesitan una psicoterapía para que aprendan lo que de verdad es importante en la vida. La publicidad ha de desaparecer de la televisión, ya que sólo sirve para seducir a que se compren cosas que nadie necesita. Porque, si uno de verdad necesita algo, lo busca y lo encuentra. Asimismo ha de mejorarse la enseñanza: fuera las asignaturas que adoctrinen a los alumnos a ser maniáticos de su profesión, consumistas convencidos o esclaveros.
Cuando nosotros - los obreros - comprendamos que no necesitamos un nuevo par de zapatos cada mes, que no necesitamos un nuevo televisor cada año con una pantalla más ancha aún (¿de verdad es tanto más excitanre el fútbol cuando se puede ver con todo lujo de detalle cómo las gotas de sangre salpican las individuales briznas de hierba?) y que un sofa y un juego de comedor se pueden utilizar hasta que se caigan de viejos y no hasta que los vecinos se compren uno nuevo, de pronto nos hará falta mucho menos dinero para comprar cosas. Por consiguiente ya no hará falta que se produzca tanto y desaparecerá la escasez de mano de obra. Ya no hará falta que trabajemos hasta los 67 y tal vez ni siquiera hasta los 65 años, y se podrá acortar la semana laboral.
La demanda nacional de combustible baja de golpe, porque menos producción implica menos gasto de energía; puede bajar el precio de la gasolina (según el principio capitalista de oferta y demanda) y tambien se pueden terminar las inversiones en proyectos (fracasados de antemano) para la producción de biocombustibles, por lo que las tierras de cultivo pueden volver a ser utilizadas para la producción agraria, lo que bajará los precios de las verduras y las frutas a un nivel razonable.
Además, y eso tendría que satisfacer a los cuentistas Hayenses (que continuamente están parloteando de medidas para la protección del medio ambiente): el medio ambiente sufrirá mucho menos y la humanidad podrá utilizar durante más tiempo las limitadas existencias de materias primas.
Puede, ahora que lo pienso, que también tengamos que mandar al liderazgo de los sindicatos a una clínica para una psicoterapía, porque también en sus círculos siguen obsesionados con las despilfarradoras ideas económicas capitalistas.
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