lunes, octubre 06, 2008

Camino de un nuevo crack de la bolsa

En el marco de la anchura de banda puesta a disposición de terceros presento -con la autorización de su autor- la traducción de un artículo, publicado el día 17 en francés en la web de Attac Bruxelles:


Por cuarta vez en el curso de este año 2008 los mercados financieros están agonizando. Las cotizaciones de la bolsa están en caída, los bancos se están quebrando, el pánico se introduce...

Por cuarta vez las autoridades monetarias estadounidences se comprometen a un amplio proyecto de salvamiento financiero que se puede resumir como sigue: los beneficios han sido para los accionistas de esos establecimientos de crédito, y las pérdidas son para el Estado (y por consiguiente para los contribuyentes).

En enero, al descubrir la envergadura de los daños causados por los créditos subprime, las bolsas se hundieron por primera vez. Y el gobierno de Bush propuso lanzar un plan de 168 mil millones de dólares para salvar las familias y las empresas atrapadas en la tormenta hipotecaria. ¿Fue suficiente?

En marzo, el banco de inversiones Bear Stearns, el quinto del sector, se encontró ante deudas que fue incapaz de regular. Este es el problema de los mercados financieros. El dolar se devalúa muy rápidamente. La Federal Reserve (FED), el banco central estadounidense, negoció - por un bocado de pan - que JP MorganChase se hizó cargo de la empresa en problemas, a través de una garantía de 29 mil millones de dólares. Al mismo tiempo la FED creó un fondo de unos 200 mil millones para absorber los créditos podridos de varios bancos. Los optimistas eternos se dijeron: "¡Ya está, esta vez hemos tocado fondo; a partir de ahora ya sólo podrá ir mejor!"

Pues ¿dónde está el final del túnel del que no nos dejan de hablar?
¡Qué mala pata! A finales de junio, los mercados financieros volvieron a tener fiebre al darse cuenta de que la actividad económica se estaba retrasando, que el petróleo cada vez costaba más, y que eso estaba creando problemas en varias ramas energívoras como la automovilística o el transporte aéreo.
Y las empresas que aseguraban el reembolso de los préstamo empezaron a dar señales de asfixia, particularmente las dos empresas privadas que funcionaban como instituciones públicas para garantizar las deudas hipotecarias, Fannie Mae y Freddie Mac. Por eso el Estado absorbió esas garantías al principio de septiembre, por más de 5.000 mil millones de dólares! Habrá habido quienes respiraron aliviados.

¡Pues no! El proceso se volvió a iniciar. Ahora fue el turno de Lehman Brothers y de Merrill Lynch, los números 4 y 3 de los bancos de inversiones, para estar al borde de la quiebra. El primero pasó al "chapter 11", lo que es una especie de concordato: puede seguir existiendo y puede temporalmente dejar de reembolsar sus deudas, pero se tiene que reestructurar radicalmente. Barclays se aprovechó para comprar unas partes interesantes.

Por lo que se refiere al banco mítico de Merrill Lynch, este fue comprado por 50 mil millones de dolares por el Bank of América, el segundo establecimiento de crédito comercial de Estados Unicos. En el terreno de los bancos de inversiones, hasta hace poco uno de los orgullos del otro lado del Atlántico, ya sólo quedan dos empresas independientes: Goldman Sachs (del que a salido Hank Paulson, el actual ministro de finanzas) y Morgan Stanley.

Y ahora es AIG, la primera compañía de seguros de Estados Unidos, que es aspirada hacia el ojo del ciclón. Tiene que encontrar entre 75 y 80 mil millones de dólares. Sin este dinero tendrá que cerrar sus puertas. ¿Cuánto va a poder continuar?

Y todavía estamos lejos del fin. Los "monolines", empresas que garantizan cierto número de créditos hipotecarias, van a tener que rascarse el bolsillo para ayudar a los prestamistas con problemas. El sector de la construcción se encuentra en recesión. La industria automovilística está virtualmente en quiebra. Las compañías de transporte aéreo están con el problema de un combustible que cada día se está volviendo más caro. En el sector financiero los recortes están al orden del día. Sin contar aún con las continuas inyecciones de liquidez de los bancos centrales, sean los de Estados Unidos, de Europa o de Gran Bretaña. Lo que demuestra que todos los que intentan convencernos de que todo no va tan mal nos están engañando.

Lo peor no se sabe, porque sólo se puede saber lo que va a pasar a corto plazo. Es posible que las numerosas aportaciones de dinero cierren las brechas. Pero, como en el caso de un dique que está cediendo ante la fuerza de un huracán extremamente violento, se ve más bien lo contrario: los agujeros se multiplican y los intentos de impedir que el conjunto se hunda se hacen cada vez menos.

De una crisis a otra
De hecho la envergadura de la crisis ha sido evaluada muy mal por los responsables económicos y políticos de ambos lados del Atlántico, porque ha sido analizada mal. Se la estudia bajo puntos de vista particulares: petrolífera, alimenticia, hipotecaria, etc., mientras que es global y sistémica. Además es considerada como sólo relacionada con el sector de las finanzas, implicando sobre todo los bancos y la especulación, con un efecto negativo sobre la economía real. De hecho, los principales elementos que la constituyen se presentaron a consecuencia de deficiencias en la producción y en la repartición en EE.UU. y el resto del mundo

Cabe preguntarse: ¿Cómo un sector tan pequeño -un "nicho" como se llamaba antes del año 2000- como el sector de los créditos subprime ha sido capaz de crear una crisis que muchos hoy en día comparan con la de los años 1930? La especulación puede generar consecuencias perversas, pero esta explicación tiene sus límites. En general, la especulación se añade a un fenómeno que ya existe y "se contenta" de amplificarlo.

Lo que ha generado el demarraje de la euforia hipotecaria a partir del año 2001 ha sido -por un lado- el bloqueo del crecimiento de los activos financieros por el estallido de la pompa de jabón del Internet, y -por otro lado- las facilidades que las autoridades ofrecieron a las familias para contraer préstamos.

Estas facilidades se introdujeron, ya en aquel entonces, para evitar una profunda recesión en el año 2001. Y es que en aquel momento el consumo de los particulares, sobre todo los más ricos, mantenía en marcha la economía estadounidense y, en realidad, la mundial. La mantenían los préstamos y estos se podían efectuar por la valorización de las deudas financieras (acciones, obligaciones, etc.). Con la caída de la bolsa se presentó un grave problema: el patrimonio financiero cayó, pero las deudas seguían existiendo. A consecuencia de ello los estadounidenses frenaron su consumo. La FED y el nuevo gobierno decidieron por ello facilitar el endeudamiento y la compra de casas para compensar la devaluación de la bolsa, para que así se pudiera continuar la frenesí del consumo. Así se presentaron los créditos subprime, y de ellos presenciamos los derivados hoy en día.

¿Combatir excesos o un sistema?
Es cierto que hay excesos. Y el gráfico del lucro de las principales sociedades financeras presenta un aumento fenomenal del beneficio realizado por estos establecimientos, lo cual ha alimentado los ingresos y el patrimonio de una menoría de accionistas, de directores y de especialistas financieros.

Pero todo eso no explica lo esencial del origen de la crisis. Esta está relacionada a un desequilibrio entre las posibilidades de produccion de bienes y de servicios por un lado, y de la capacidad de consumo por otro lado. Es por eso que, cara a esta problemática, las autoridades estadounidenses desarrollaron al mismo tiempo el crédito y los mercados financieros. Los préstamos permiten consumir, mientras que (todavía) no se tenga el dinero necesario para hacerlo. Y los títulos emitidos en los mercados financieros presentan una garantía para poder recibir un préstamo. Uno alimenta el otro.

Es por la especulación que los activos financieros pueden crecer. Hasta el día en el que los acreedores empiecen a temer que no serán reembolsados y exigen su dinero antes de que sea demasiado tarde. Y llega la crisis.

Es esto lo que está pasando. No se ve el fin, contrastando los argumentos tranquilizadores de los responsables, porque no hay más alternativas para las garantías del endeudamiento: si los haberes financieros y los hipotecarios se hunden al mismo tiempo, las familias se van a encontrar en las peores dificultades al tener que reembolsar deudas sin tener suficientes ingresos ni la posibilidad de volver a pedir dinero prestado. Luego el consumo bajará inevitablemente, lo que traerá consigo un retraso de la producción, o incluso una caída.

Estamos en el centro del sistema capitalista. El desequilibrio entre la producción y el consumo se presenta periódicamente porque -de un lado- el objetivo de las empresa es el de aumentar el beneficio, o sea la remuneración de los accionistas y los directores, mientras que los salarios son evidentemente reducidos, ya que fundamentalmente constituyen un gasto. Eso es lo que pesa sobre la capacidad de consumo de la población frente a la voluntad patronal de aumentar la producción.

Por otro lado... no hay ninguna planificación. Dicho en otras palabras, incluso sabiendo que uno va directamente contra el muro, cada decisión aislada de las empresas empuja en esta dirección. Incluso si en numerosos sectores hay una sobrecapacidad, lo que demuestra que hay un crecimiento de la oferta demasiado elevado con respecto a la demanda solvente, eso no impide que las empresas sigan invirtiendo y creando nuevas empresas, ya que cada una de ellas piensa que es el vecino que el ha de sufrir las consecuencias y que tendrá que reestructurar su empresa, despedir a su personal o cerrar sus puertas.

La crisis no es inevitable. Está liado a un sistema que se llama el capitalismo. La llegada de la crisis es el momento apropiado para reflexionar sobre alternativas que se no limitan a pequeños arreglos de la sociedad.
Henri Houben

Anexos al artículo original: un gráfico de treinta años de lucro financiero y la todavía actual presentación realizada en la universidad de verano de Attac Europa en Sarrebruck/Francia en agosto del año 2008.

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