martes, octubre 14, 2008

¡Confieso!

Yo, republicano convencido, confieso que en los años 1970 estuve presente con una pancarta 'pro-Juliana' cuando la reina Juliana, la madre de su real Bea, visitó la población en la que vivía entonces.

Pero, a diferencia de la actual generación de políticos, no voy a dar a entender que me quiero distanciar de los 'errores' de mi pasado.

Aquí efectivamente me refiero al ruido de estos últimos meses, cuando Wijnand Duivendak (y la lider de su partido GroenLinks, Femke Halsema) (véase mi artículo ¡Qué nación más hicócrita esos Países Bajos! del 9 de agosto) prefería(n) olvidar que antaño había tenido ideales.

O a la xenófoba derechista Rita Verdonk, que intentó escabullirse para -a pesar de toda clase de pruebas- no tener que admitir que había sido miembro del desaparecido PSP [literalmente: Partico Socialista Pacifista] (véase el programa de actualidades de la televisión pública neerlandesa
Nova del 29 de septiembre).

O la actual ministra del medio ambiente Jacqueline Cramer, que se parepató tras un nombre mal escrito para negar que en el año 1.986 había firmado un anuncio a favor de la libertad de prensa (vése el artículo del blog de Sargasso del 10 de septiembre).

¡Qué diferente era Juliana! Ella sí que tenía ideales. Como ejemplo gustosamente cito a Wim Klinkenberg de su libro Prins Bernhard, een politieke biografie literalmente: "El príncipe Bernardo, una biografía política] (segunda edición, 1979, nota en la página 408):
Aunque ella [Juliana] no llegó a poner explícitamente la necesidad del desarme, sin embargo en 1955 había defendido apasionadamente en un dircurso para la [literalmente] "Comunidad Juvenil Neerlandesa" y el "Consejo Estudiantil Neerlandés" en la iglesia Pieterskerk de Leiden un incremento del bienestar de los pueblos desfavorecidos a través de una redistribución de la prosperidad entre los 'have's' y los 'have-not's'. (El texto completo del discurso se puede leer en el Leeuwarder Courant del 18 de junio de 1.955).
También combatía la división del mundo en el 'Hemisferio Oriental' y el 'Occidental', irreconciliables entre sí. Juliana al mismo tiempo se declaraba opuesta a una ayuda bilateral a los países en vías de desarrollo por el estado neerlandés y era partidaria de una "ayuda, ofrecida principalmente a través de las Naciones Unidas... Sobre la utilización de tal fuente común de energía, si la puedo llamar así, todos los partidos tienen poder de decisión, tanto los que contribuyen, como los que sacan fuerzas de ella. Una ayuda de todos para algunos países además a veces puede ser más aceptable que la ayuda de un país. Una ayuda colectiva tiene la ventaja de que no sólo se podrán aprovechar de ella unos pocos grupos de intereses - lo cual por conseguiente dejara sin sembrar el germen de una posible discordia posterior.

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