Son los intereses de las élites dominantes los que se pretenden proteger frente al interés colectivo. ¿Dónde quedan el potencial democratizador de la enseñanza universitaria y su capacidad de romper muros entre clases sociales?
El llamado Proceso de Bolonia, aún sin haberse materializado plenamente, se acerca ya a su hipotético final. Tras una década de reformas en la estructura de la enseñanza superior realizadas en su nombre, llega el momento de ponerlo en marcha. Este proceso de Bolonia, que formalmente está fuera del marco de la UE y es de carácter voluntario, se encuentra estrechamente ligado con el modelo neoliberal europeo. La mercantilización y la competitividad son el telón de fondo sobre el que se edifica el Plan Bolonia, siendo éste un eslabón más de un proyecto europeo más orientado al mercado que nunca. No obstante, las tendencias descritas varían de intensidad según los países y universidades.
Además, la idea, en principio neutral, de homologar los títulos y favorecer la movilidad estudiantil en el ámbito de la Unión Europea va perdiendo fuerza y va siendo sustituida por la de subordinar la enseñanza universitaria a las necesidades del mercado y del capital. Por ello, no se contempla el necesario aumento del gasto público; al contrario, se pretende fomentar la financiación privada y adecuar el conocimiento universitario a la lógica mercantil y al beneficio privado.
Aunque todavía en algunos países europeos como Dinamarca, Finlandia o Suecia, la educación superior se financia íntegramente con fondos públicos, los nuevos aires impulsados por Bolonia insisten en la obtención de recursos privados, el mecenazgo y el establecimiento de transacciones con compradores directos de los servicios universitarios. Así, se está extendiendo la necesidad de aumentar el precio de las matrículas, que se dice iría acompañado de un aumento de las becas; sin embargo, en la práctica se está imponiendo una política de préstamos como alternativa a la de becas. La publificación de las enseñanzas oficiales de máster, en sustitución de los antiguos máster y «títulos propios» privados, que valoramos positivamente, ha ido acompañada por la fijación de precios públicos de matrícula que son casi dos veces y media superiores a los actuales estudios de primer y segundo ciclo.
El peligro de este sistema que predica Bolonia radica en que la mayor parte de los recursos se concentren en unas pocas universidades, consideradas más competitivas, de tal suerte que el resto no tendrían asegurados recursos suficientes como para ofrecer una buena educación. Por tanto, son los intereses de las élites dominantes los que se pretenden proteger frente al interés colectivo. ¿Dónde quedan el potencial democratizador de la enseñanza universitaria y su capacidad de romper muros entre clases sociales? ¿Quién va a financiar proyectos alternativos que conecten con los intereses de los movimientos sociales? Frente a las grandes multinacionales, que ya tienen sus escuelas de negocio, ¿quién se ocupa de estudiar las necesidades de las mayorías sociales?
En STEE-EILAS creemos que la universidad pública tiene un papel fundamental que cumplir en este sentido, que no puede ser suplido por las universidades privadas, ni por una universidad pública regida por criterios privados de mercado. No hacerlo significaría retroceder a un modelo retrogrado en el cual los estudios superiores eran coto de una reducida minoría privilegiada. Realmente, ¿deseamos volver a ese modelo?
En definitiva, pensamos que la universidad pública necesita un cambio, un cambio profundo por el que apostamos, pero no en la dirección que proponen los gobiernos europeos. Muy al contrario, defendemos un cambio que refuerce el criterio de servicio público y el carácter democrático de la universidad. Queremos una universidad abierta al mundo y comprometida con su sociedad, en nuestro caso la vasca, y especialmente con las necesidades de los sectores más desfavorecidos, la superación de las desigualdades y el logro del desarrollo humano sostenible.
Con Bolonia o sin Bolonia, en lo sucesivo también tendremos que seguir haciendo frente al modelo de universidad liberal que se está haciendo hegemónico -muy presente también en los recientes documentos estratégicos de las autoridades europeas Bolonia 2020 y Europa 2020- para frenar la tendencia a que la universidad se convierta en una mera universidad-productivista al servicio del mercado y la explotación laboral, y poder avanzar hacia un modelo de universidad-social al servicio de las necesidades sociales y al servicio de la reflexión, el debate y la creatividad para dar respuesta a los desequilibrios y conflictos que vive nuestra sociedad.
Publicado en GARA el día 22 de este mes.
* Efrén Areskurriaga y Juan Hernández son miembros del Secretariado Nacional de STEE-EILAS
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