lunes, octubre 19, 2009

Y todo gracias a la enseñanza neerlandesa, que sólo crea idiotas profesionales...

... que obviamente ha sido ideada para que cada vez cueste más pensar inteligentemene.

Bajo el titular de Wij zijn de puinruimgeneratie [Somos nosotros la generación que tiene que recoger los escombros]
Trouw hace unos días publicó los puntos de vista de las organizaciones de jóvenes de los partidos políticos neerlandeses, en los que "sólo no participa ROOD [la organización de jóvenes del SP], porque los "jóvenes del SP se oponen a la subida de la edad" para la jubilación.

Es tristísimo que una enorme mayoría de los neerlandeses, y sobre todo muchos jóvenes, se dejan abusar por la banda de Balkenende, que no quiere más que sembrar la discordia entre la población neerlandesa. Típicamente todos esos jóvenes han sido educados bajo el "renovado" sistema educativo "Mamut", que clarísimamente se dedica más a formar a idiotas profesionales (expertos en su profesión pero fuera de ella completamente incultos) que a personas con capacidades intelectuales bien desarrolladas. Y si aún les quedara algo de capacidad intelectual, esa es atontada por una abundancia de estúpidos e innecesarios programas en la televisión y toda clase de circos: Juegos Olímpicos, elecciones presidenciales en EE.UU., toda clase de campeonatos de fútbol, tenis y ciclismo; y -por supuesto- por la obsesión consumista.

Gracias a los experimentos de los últimos 45 años en la enseñanza neerlandesa, cada vez más hueca y vaciada de sentido (a pesar de los esfuerzos de muchos docentes idealistas), ya hemos llegado al punto en que la gente, sin pensar, se deja agitar en contra de otros grupos de la sociedad: los autóctonos contra los inmigrantes, los jóvenes contra los viejos, los listos contra los simples. Los antiguos romanos en este contexto ya utilizaron la expresión "divide et impera". Y eso de dividir y reinar es precisamente lo que la mayoría de los políticos neerlandeses ya lleva años cultivando, con -hasta ahora- el punto más negro bajo las bandas de Balkenende.

Es obvio que casi nadie ya se acuerdan de que Donner, ministro de asuntos 'sociales' hace varios años ya quería subir la edad para la jubilación, y ahora ha visto una buena oportunidad para reintroducir su nefasto plan con el cuento de que hace falta para combatir la crisis. Dice que con este plan se puede ahorrar un total de 4 mil millones de euros. Lo curioso es que ahora, que el gabinete de la Banda de B. ha aprobado el proyecto, ya casi sólo se refiere al 'engrisamiento' (envejecimiento) de la población con respecto a la subida de la edad... Desde luego parece complicado combatir la actual crisis con medidas que sólo se aplicarán (y eso sólo parcialmente) en 10 años...

Es obvio que el ahorro no consiste en lo que producirán los que tendrán que trabajar dos años más (hasta los 67 en vez de hasta los 65), sino por el hecho de que cobrarán su pensión dos años más tarde. Donner sabe asquerosamente bien que personas de 65 años de edad muchas veces ya no pueden trabajar o que, si perdieran su trabajo, les es imposible encontrar otro empleo. Gracias al paulatino derrumbamiento de la seguridad social neerlandesa (que ya empezó bajo el régimen de Dries van Agt, pero sobre todo bajo el autodenominado 'socialista' Wim Kok) para los desempleados e incapacitados, el destino de estos mayores cada vez más sólo será una prestación social con el riesgo de indignos trabajos forzosos, o simplemente sin prestación si la pareja tiene ingresos.

Mientras tanto se respetan los 'derechos' de los que bien podrían dar un paso (muchísimos pasos) atrás sin darse cuenta de las consecuencias: la 'casa real', los banqueros que siguen transfiriendo (¡del bolsillo de los contribuyentes!) sus enormes bonificaciones a sus cuentas bancarias (¿en el paraíso fiscal de Guernsey - como la princesa Christina?), y las multinacionales, que pagan demasiado pocos impuestos en el paraíso fiscal de los Países Bajos (ver mi artículo ¿Cómo de hipócrita puede ser una embajada? del 5 de mayo de este año y el programa
Zembla que ayer transmitió la televisión pública neerlandesa).

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Si la banda de Balkenende de verdad quisiera combatir las consecuencias de la actual crisis, ya podría encontrar medidas (¡mucho!) más eficaces: p.e. la desgravación fiscal sólo para hipotecas hasta p.e. € 350.000, la anulación de la participación neerlandesa en el proyecto de cazas JSF, la abolición de la monarquía y -no olvidemos- una subida del impuesto sobre sociedades, y la reparación de las lagunas en la legislación fiscal con el fin de imposibilitar los trucos fiscales de las multinacionales, que según los cálculos de los expertos consultados por el programa
Zembla daría un resultado de 18 mil millones por año...

Está claro que estas medidas no ofrecerán una verdadera solución de esta crisis y de las próximas crisis, porque son una consecuencia inevitable del capitalismo (por mucho que ahora se prefiere llamarlo 'neoliberalismo') y del consumismo que este trae consigo. Una transición a una sociedad socialista no sólo terminaría con la sociedad de consumo, tan nefasta para el medio ambiente, sino también con el individualismo (que es una consecuencia automática del consumismo) y con la correspondiente falta de solidaridad entre la población, que ahora es subdividida en categorias por el capitalismo. Los viejos y los jóvenes, los inmigrantes y los autóctonos, los obreros y los 'corbatas' se necesitan unos a otros (aunque a veces me pregunto en qué consiste el valor añadido de muchos 'corbatas': parecen preocuparse sobre todo -o exclusivamente- del aumento de sus saldos bancarios).

Sea como sea, en estos momentos todos somos víctimas de la nefasta política de la Banda de Balkenende - y es triste ver como muchos se prestan a ella (o se dejan convencer por las medias verdades del partido PVV, que no es más que un club conservador y xenófobo, que en otras circunstancias -al igual que el partido D66- con mucho gusto violaría los intereses de la clase obrera). Precisamente en tiempos como este es imprescindible que toda la población se oponga a la carga que otra vez se pone sobre los hombros de los que mantienen esta sociedad: los trabajadores.

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