viernes, diciembre 08, 2006

Algunos hombres buenos

Muchos de ustedes recordarán el título de esta película americana basada en la defensa (a cargo de un joven y prometedor abogado) de dos marines acusados de asesinato en la base de Guantánamo. Pero la película no es el fondo de este artículo y sólo la he traído a colación por un hecho ocurrido este verano, a propósito de Guantánamo, que ha sentado un hito en la historia americana. Afortunadamente, para muchos, las cosas parecen estar cambiando.

Esta sentencia inesperada que el propio Swift (un capitán de la Marina americana de 44 años) calificaba de hito, estos días pasados, en Madrid, al recibir la medalla al mérito por parte del Consejo General de la Abogacía Española; es una victoria (parcial) no sólo para Norteamérica sino para el resto del mundo.

El hecho, de fondo, es que los presos de Guantánamo son torturados y juzgados de manera ilegal. Esto es: Bajo el nombre de técnicas "coercitivas" de interrogatorio el Gobierno estadounidense burla la prohibición internacional del uso de la tortura y de los malos tratos. La mayoría de las técnicas que emplean no dejan señales físicas aunque tengan consecuencias demoledoras para las víctimas. Todos nos hacemos una idea del daño de un golpe, del dolor de posturas en tensión o el suplicio de no recibir comida, agua o atención médica. Pero de lo que no podemos hacernos una idea es del daño psicológico. Unos cuantos ejemplos de esta monstruosidad, que lleva años denunciando, entre otras, Amnistía Internacional, son: El aislamiento prolongado, donde son sometidos a oscuridad opresiva y a calor y frío extremos, a luces deslumbrantes o ruidos permanentes; la privación sensorial e inmovilidad durante largos periodos de tiempo; las humillaciones sexuales; la privación del sueño; la semiasfixia que se realiza con plásticos, toallas o agua; los simulacros de ejecución reiterados... De hecho Amnistía Internacional propone, a los incrédulos, una prueba sencilla: Separar las piernas y flexionarlas. Extender los brazos en cruz y mantenerse así durante 30 minutos (sólo treinta). Luego podemos imaginar lo que sería estar 10 horas así. El dolor es intenso e insoportable; como una paliza brutal, pero que no deja huella. Esta es una de las técnicas autorizadas en la bahía de Guantánamo.

Una vez que sabemos que las torturas se permiten y que de hecho se autorizan es necesario añadir que, además, los presos son juzgados de manera ilegal. Esto es: El Gobierno norteamericano tiene la obligación de considerar a los presos de Guantánamo como prisioneros de guerra y de esta manera cumplir con la Convención de Ginebra o, lo que viene a ser lo mismo, no permitir que se violen indiscriminadamente los derechos de los detenidos. Pues bien, Swift (el capitán de la marina del que les hablaba anteriormente) ha hecho público que "estos tribunales funcionan al margen de la justicia civil y militar" y que en Guantánamo las normas no existen. El presidente de Norteamérica, George W. Bush, pidió que los norteamericanos confiaran en que se hacían bien las cosas; pero el hecho es que un Estado de derecho se tiene que basar en leyes y en jueces imparciales que aplican esas leyes (no puede haber alguien que cree ostentar un poder absoluto y juegue a ser Dios). Y esto, señores lectores, no tiene nada que ver con la confianza depositada en este o aquel presidente sino en algo anterior y que está por encima de el presidente. El derecho básico al "hábeas corpus" [el derecho de un prisionero que cree haber sufrido una detención errónea a pedir que se revise] que, dicho sea de paso, ha sido excluido de las comisiones militares que revisarán el caso defendido por Swift; es innegable. Por esta razón Swift no piensa abandonar y aunque ha sido animado a abandonar la marina en los próximos meses ("Quién sabe" por qué motivos) asegura que su caso tendrá una segunda parte en el Tribunal Supremo y que éste tendrá que decidir de nuevo. Es muy probable, como dice él mismo, que dentro de 100 años nadie se acuerde de él pero puede ser que se recuerde su caso como aquel en el que el Supremo no se dejó llevar por el miedo y tomó una decisión correcta al cerrar Guantánamo. Ojalá sea algo visionario.

© 2006 por Cristina Caramés Espada, columnista del Diario de Ferrol; publicado con permiso de la autora.
(Por haber estado fuera unos días no pude publicar antes este artículo, aparecido en el Diario de Ferrol el día 2 de este mes.)

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