sábado, diciembre 09, 2006

La merecida agonía de Bush

La actual estrategia ofensiva en el país árabe, que sin tapujos apodamos la guerra de Irak, no es viable. Por fin se ha dicho que lo conveniente, lo recomendable, es la retirada gradual de las tropas que, incluso, deberían haber abandonado el país a comienzos de 2008.

Este párrafo, junto con otras setenta y ocho recomendaciones, forma parte del informe que el Grupo de Estudios, también llamado informe Baker por uno de sus miembros (el republicano James Baker ex - secretario de defensa) ha presentado a Bush. Una de las recomendaciones es que se lleven a cabo más medidas diplomáticas y menos militares. Otra de las recomendaciones (con bastante lógica) es el acercamiento a Siria e Irán puesto que son dos países vecinos de Irak y podrían (sólo en condicional) ayudar a estabilizar un país en guerra civil. Este informe, sostienen los políticos de Irak, ignora la cruenta realidad del país. Esto es, el informe está basado en un débil gobierno que potencie la reconciliación nacional y que aumente la seguridad. Y esto, actualmente, es inviable.

Indonesia también ha hablado diciendo ser amiga de los iraquíes y también de los Estados Unidos, las dos partes directamente involucradas en el conflicto; y sostiene que debe haber algo en lo que puedan ayudar. De esta manera, propone que una fuerza de intervención formada por países de mayoría musulmana se despliegue en Irak antes de que los americanos decidan abandonar el país. Esta nueva fuerza no sería vista, sostiene Indonesia, como una fuerza enemiga sino como un país hermano que acude a ayudar.

Hasta aquí, señores lectores, todos entenderíamos que los planes para acabar con la cruenta destrucción de miles de familias iraquíes tiene los días contados, que va a hacerse efectiva inmediatamente y que, por fin, Bush, parecía haber oído si no a ese Dios que le habla al oído sí a algún que otro hombre cuerdo. Pero qué va, ni mucho menos.

El señor Bush ha perdido recientemente las elecciones legislativas (¿recuerdan?), ha recibido las recomendaciones del informe Baker que le hablan de abandonar Irak a comienzos de 2008, tiene aún pendiente el recibir otros informes sobre el conflicto iraquí que están realizando el Pentágono, el Consejo de Seguridad Nacional y el Departamento de Estado; y sobre todo sabe, como también lo sabe su amiguísimo Tony Blair, que las consecuencias de un fracaso en Irak son muy graves. ¿Y piensan, ustedes, que aún así da su brazo a torcer? Pues visible y formalmente hace como que no. Aunque no sé muy bien cuánto tiempo le queda a esa postura de yo hago lo que me da la gana sin atenerme a las consecuencias. No sé bien cuánto tiempo podrá mantener esa pose chulesca, que tanto nos rechina, en frases como: "Si Siria e Irán no están comprometidos con el éxito en Irak, no deben molestarse ni en aparecer" o cuando habla de que la batalla más dura que les queda es la de los "moderados contra los extremistas en todo Oriente Próximo". Por favor, es indignante. Y si no fuera porque se trata de temas escalofriantes que dejan a su paso miles de muertos habría que preguntar con sorna, y una cierta dosis de mala leche, si verdaderamente se consideran moderados tras los informes, por poner un pequeño ejemplo, de lo que se dedican a hacer por el mundo, de entre los miles que saldrían, de las torturas consentidas en la bahía de Guantánamo. Por favor, seamos serios.

Lo único alentador, por el momento, es la sombra de la incertidumbre con la que se debe acostar últimamente, cada noche, el señor Bush. Esa incertidumbre está motivada, entre otras cosas, por la pérdida de credibilidad ante el pueblo norteamericano (perdió las elecciones). Está motivada por una oposición demócrata que le fuerza a tomar decisiones que antes no contemplaba (como la de destituir a su amigo Bolton que fue nombrado embajador en la ONU sin contar con el Senado). Pero la agonía más importante es aquella motivada por frases como que Estados Unidos no está ganando la guerra de Irak; con las terribles implicaciones que tendría otra Moby Dick, como Vietnam, para el ego norteamericano.

© por Cristina Caramés Espada, columnista del Diario de Ferrol; publicado con permiso de la autora

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