A los que les haya tocado la lotería (el Gordo o sus variantes) y a los que no. A los que esperan al gordo vestido de rojo para que se deslice por sus ventanas o chimeneas y les deje algún que otro presente y a los que han dejado de esperar a gordos o flacos deslizándose para dejar cualquier tipo de regalo. A los que esperan a los Reyes Magos porque odian a Papá Noel y a los que odian a los Reyes Magos porque son republicanos. A los que detestan la Navidad y a los que la adoran. A todos.... en primer lugar, Feliz Navidad.
Quedan escasas horas para celebrar una de las fechas más importantes del año. Y dirán algunos de ustedes que ya no es verdad; que la Navidad se ha convertido en una época consumista más en la que lo único que se hace es gastar el dinero que no se tiene e hincharse a comer en comidas y cenas. Y puede que tengan razón, aunque también es cierto que si se ha convertido en una época consumista en la que lo único que se hace es beber y comer hasta cansarse es porque nosotros decidimos que así sea.
También son fechas de festivales navideños organizados en los colegios donde los niños nos recuerdan nuestra infancia; son fechas de cantar villancicos y pedir el aguinaldo a tíos, abuelos y amigos; son fechas de ver a la familia, de juntarse con esa hermana de tu madre a la que soportas tan poco, de pelearte con tus primos antes de sentarte a cenar con ellos... Son fechas entrañables. Y para los más escépticos, esos que sólo esperan que llegue el ansiado ocho de enero para que todo vuelva a la normalidad (colegios, comidas, familias, calles y escaparates), también una buena dosis de espíritu navideño.
No hace falta consumir en exceso para celebrar estas fiestas. Basta con sentarse en casa y pensar que fuera hace un frío de mil demonios y que qué bien estamos como estamos o, si no se está bien (que habrá quien lo pase realmente mal en estas fechas), pensar qué es lo que se puede hacer para cambiar eso que no nos gusta; eso con lo que no estamos muy conformes. En estas fechas hay momentos para reflexionar, para quedarse un poquito quieto y pensar en lo que ha sido el 2006, en lo que queremos realmente obtener en el 2007. Y no me refiero con esto a los propósitos de Año Nuevo como dejar de fumar, adelgazar, o apuntarse de una maldita vez a aprender inglés. No, me refiero a algo más íntimo, más de la Navidad, más de uno mismo sólo consigo: Qué hecho de bueno en el año que va a acabar, cuáles eran mis sueños cuando era niño, en qué creía, qué era lo que más ilusión me hacía, a quién cuento como amigo...
Olvidarse por unos días, apenas dos (máxime tres), de la matanza de civiles en Irak a manos de los marines de Estados Unidos, de que no haya acuerdos para el desarme nuclear de Corea del Norte, de las muertes de los niños, de las guerras (siempre injustas).
Pensar, pasear, hablar con los amigos, estar con la familia, escuchar músicas que no tenemos tiempo durante el año, ver películas atrasadas, releer cartas antiguas, revisar álbumes fotográficos... Es un tiempo de recuerdos; buenos y malos, claro está. También es un tiempo de asunciones, de admitir los errores que se han cometido y tratar de evitarlos para la próxima vez. Es un tiempo propicio para observar, para mirar hacia arriba por las calles y fijarse no sólo en la iluminación de las fachadas sino en las azoteas, en los tejados, en las chimeneas... Es tiempo de reflexión, tiempo de estar con los nuestros y con los de otros. Es tiempo de disfrutar.
A aquellos a los que verdaderamente (y no sólo por una pose pseudo posmoderna -o intelectual- mal entendida) no les guste la Navidad y les repugne el ambiente familiar medio de cuento que se vive por estas fechas; sólo puedo decirles que lo lamento profundamente por ellos. Yo, afortunadamente, otro año más, pasaré estas fechas en compañía de las personas a las que más quiero. Y como hace muchos años que tengo superado el que llamen blanda, cursi, y sensiblera, por estar a favor del espíritu navideño... Hoy les escrito el artículo sobre ello. Dejaremos pues, para los desconfiados, incrédulos, o escépticos, la crítica del espíritu navideño.
©2006 Cristina Caramés Espada, columnista del Diario de Ferrol; publicado con permiso de la autora.
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