Después de que antes este més un maleducado estadounidense (el fanático aleluyero -Mormón- John Yettaw) había penetrado subrepticiamente en la casa de la premio Nobel birmaniana Aung San Suu Kyi, ella ahora va a ser conducida ante el juez. En su casa vivía bajo régimen de arresto domiciliario (después de que su partido en el año 1990 había conseguido una victoria electoral abrumadora) y no podía recibir a nadie allí sin el permiso de las autoridades. El hecho de que no hubiera invitado al intruso no era suficiente para exonerarla de toda responsabilidad de la visita no deseada. Mientras tanto la estadounidense ministra de asuntos exteriores Hillary Clinton (entre otras personas) ha exigido su liberación inmediata. (BBC News, 15 mei).
Por supuesto suena fantástico hacer esta clase de demandas (fáciles), pero más le hubiera valido a Clinton darse un poco menos de aires y primero dedicarse a poner en libertad a todos los que están encarcelados en prisiones (conocidas y secretas) dentro y fuera de Estados Unidos y que ya llevan años bajo torturas y humillaciones, en muchos casos incluso sin que se haya dictado auto de procesamiento contra ellos. ¿O será para que nos olvidemos de que Obama no ha cumplido con su promesa de cerrar el campo de concentración de Guantánamo?
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