Si estos mentirosos políticos, que uno tras otro afirman que sus normas cristianas son importantísimas para ellos, con tanta facilidad y sin pestañear contravienen el mandamiento "¡No matarás!" de su propio libro de cuentos, la biblia (por mucho que hayan procurado no manchar sus propias manos con la sangre de inocentes), entonces la pena mortal ciertamente no me parece pedir demasiado por sus crímenes.
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