Afortunadamente América ha cambiado de semblante. No total ni radicalmente pero por algo se empieza ¿No creen? Y claro, señores lectores, es que las guerras se pagan (últimamente a golpe de urna). La cerrazón, las mentiras, la arbitrariedad, los abusos... ¿Recuerdan? Pasó lo mismo en España en marzo de 2004. Claro que aquí algunos hablaban de confabulación.
Y es que, lo creamos o no, las acciones radicales que Bush y sus secuaces han protagonizado en los últimos tiempos han tenido unas consecuencias que se han plasmado en las urnas de EEUU (aunque no sólo en esas). Las guerras preventivas, las torturas permitidas y alentadas desde el gobierno, la desaparición (por no llamarlo inexistencia) de los derechos de los detenidos, la imposición del poder presidencial sobre el judicial y el legislativo, la concepción de los seguidores y alentadores de Bush de ser los salvadores de la humanidad mientras un enemigo difuso les amenaza por tiempo indefinido... Pues, todo esto... Todas estas perlas han terminado con la revolución conservadora y con los neocon que alentaban con sus extravagantes teorías a un Bush que profería frases cada día más descabelladas.
Esta votación, no nos dejemos engañar por la euforia del momento, no es un triunfo total de los demócratas sobre los republicanos. No; es más bien una derrota del gobierno de Bush y de sus maneras de hacer política. Se ha querido castigar a Rumsfeld, a Bush, a Rove; se ha querido decir no a una guerra cruenta, larga e ineficaz. Se ha dicho no (también se dijo en España) a una radicalización política hacia la derecha poco común en ese país.
Da igual que ahora Bush diga públicamente que entiende la preocupación ciudadana por la guerra de Irak, da igual que envíe mensajes de aliento a los soldados y les asegure, desde su sillón en la Casa Blanca, que no les va a abandonar. Durante los últimos doce meses la preocupación principal de los ciudadanos norteamericanos ha sido la guerra de Irak; preocupación que Bush, hasta estas legislativas, se podía permitir no atender.
Pero las cosas han cambiado porque los ciudadanos han hablado votando contra Bush; entre otras miles de razones porque muchos de ellos temen que Irak se convierta en otro Vietnam del que muchos ciudadanos todavía recuerdan que ha sido el conflicto más largo en el que ha participado Norteamérica, su primera derrota, y uno de los detonantes más implacables para humillar su orgullo nacional.
Los votantes han cercenado la era Bush, han dicho (abrumadoramente y como mejor se puede decir en estos momentos) en las urnas que nadie en su sano juicio puede sostener, actualmente, que la guerra no ha sido un error cuando no (o incluso más aún) un engaño. ¿Les recuerda a algo? ¿Pueden hacer el paralelismo? Se trata, al fin y al cabo, del fin de unas maneras, de unos métodos de trabajo, se trata del fin de la impunidad en el liderazgo. No todo vale, señores; No todo es permisible. Afortunadamente, los actos tienen consecuencias. Y es que Bush (como otros de sus compinches antes) se tiene que dar cuenta que las reglas del juego han cambiado.
Aún así, y con sus bromas como escudo, trató de ocultar su flagrante humillación política haciendo gala de lo que es: un bufón necio, violento, e inestable, con su puntito machista (todo un dechado de virtudes, no me dirán que no) cuando declaró que Pelosi (próxima presidenta de la Cámara) se había apresurado demasiado al tomar medidas para las nuevas cortinas de su despacho y que, él mismo, le recomendaría un diseñador de interiores (republicano, no faltaba más) para que le ayudara. Vaya recua de políticos (como el de aquí con el temita del bolígrafo), qué vergüenza.
Pero dejando a un lado la estupefacción que me produce el acervo de estos personajes es necesario decir, como fue necesario decirlo aquí en su momento, que lo importante, ahora mismo, es que los republicanos han perdido las elecciones. Humíllense, Bush y corte de secuaces. Legislativas, sí; pero perdidas.
©2006 by Cristina Caramés Espada, columnista del Diario de Ferrol; publicado con permiso de la autora.
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