Ustedes pudieron verlo igual que yo. Vimos a un Chávez indignado, irónico, burlón, y osado, ante las cámaras internacionales. A buen seguro en la Casa Blanca seguían su intervención a escondidas, como si no fuera importante lo que Hugo tenía que decir, pero con miedo de lo que pudiese llegar a decir.
Y todos vimos lo que dijo; ustedes y yo. También es verdad que nuestros informativos nacionales nos pusieron la cara de Hugo Chávez que más vende ante los detractores de Bush y la que más se queda en mero recurso mediático cuando no se visiona lo que era más importante de ese discurso.
Chávez vociferó que el propio diablo (en referencia a Bush) había estado en casa [en la 61 Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU)]. Y dijo: “Ayer vino el diablo, estuvo aquí, en este mismo lugar, en esta mesa donde me ha tocado hablar". “Vino aquí a hablar como dueño del mundo, vino a dar sus recetas para tratar de mantener el actual esquema de dominación, explotación y saqueo a los pueblos del mundo (...) Inclusive propondría como nombre (de esas palabras) la receta del diablo".
Este discurso, que se prolongó durante más de 20 minutos, del que nuestros informativos visionaron la parte más mediática, tenía una crítica de fondo brillante que quizá quedó eclipsada por la puesta en escena de Chávez. La crítica era muy buena y por esto (y sólo por esto) merece la pena retomarla.
Chávez explicó que el sistema de Naciones Unidas, nacido después de la segunda Guerra mundial, se ha colapsado y ya no sirve. Y no sirve porque este sistema se ha convertido en un órgano meramente deliberativo sin ningún tipo de poder. Esto es; existe la necesidad, totalmente actual, de transformar la ONU en un organismo más democrático (expandiendo, por ejemplo, el Consejo de seguridad tanto en la categoría de permanentes como de no permanentes; dando entrada a países desarrollados y subdesarrollados, éstos últimos como nuevos miembros permanentes; aplicando métodos eficaces y transparentes de debate para resolver conflictos internacionales; y sobre todo, suprimiendo ese mecanismo antidemocrático que es el veto a las decisiones del Consejo de Seguridad) y ajustado a un escenario multipolar, donde no sólo dominen los países desarrollados sino que también tengan participación igualitaria las naciones que conforman el llamado “Tercer Mundo”.
Ese era el discurso de fondo, el verdadero discurso que posibilitaba la voz (y nunca mejor dicho el voto) a multitud de pueblos y naciones que hoy en día viven subyugados bajo lo que Chávez apodaba como dictadura mundial norteamericana.
Y lo triste de todo esto es que ustedes y yo sabemos que, lejos de las pantomimas y de las puestas en escena, el discurso de Chávez es uno de los pocos discursos actuales que le plantan cara a la política imperialista norteamericana. Y digo uno de los pocos porque afortunadamente para el mundo van surgiendo voces como la del presidente paquistaní Pervez Musharraf que acusaba, en el Capitolio, a Washington de amenazarles, tras los atentados del 11S, con atacarles si no se implicaban en la guerra para derribar el régimen talibán.
Parece que el mundo habla; vaya, que hablamos. Que ya no sólo asentimos complacientes a lo que EEUU tiene que decir. Parece, señores lectores, que el mundo está despertando. Chávez cree que Bush va a vivir el resto de sus días con esta pesadilla, con la pesadilla de los insurgentes. Esto es, los levantados o sublevados no permitirán que Bush y su gobierno siga ejerciendo presión para con los pueblos que no se alían formalmente con ellos.
Este era el fondo del discurso de Hugo Chávez. Lo importante no es pues que llamara diablo a Bush, que dijera que olía a azufre, o que sostuviera que Dios estaba con ellos. Lo importante es la crítica a un sistema que no funciona; lo importante es dar voz a los que aún no la tienen; lo importante es poder, saber, y querer, leer entre líneas. Lo importante, como siempre, no son las formas sino el fondo.
© Cristina Caramés Espada (columnista del Diario de Ferrol), publicado con permiso de la autora
1 comentario:
De vez en cuando un poco de distracción en la ONU no viene de mal. Eso se olía que iba a hacer algo semejante. Sinceramente no hay sorpresa.
En cuanto a su glorioso dicurso. Me recuerda mucho las ideas de Eduardo Galeano. Ya sabe, señala también el imperialismo como causa del pobre pueblo subyugado latinoamericano. Decía que la manera de emanciparse de ese oprobioso poder era simplemente que alguna persona digera que no, que señalara con dedo al culpable, y después otras personas segurían su ejemplo hasta que al día siguente no habría más opresión yanki.
Al parecer no fue así. Al parecer los 15 minutos de gloria sólo fue pura fruición. pues la intención de que todas las naciones unidas del pueblo se alzaran contra Bush al parecer fracasó o se fue al carajo.
Y una cosa pretender ser libertador de una perogullada y otra es ser una persona más constructivo y crítico.
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