Parece que no sólo no había armas de destrucción masiva en Irak (y todos ustedes recordarán por qué se empezó la guerra y bajo qué motivos) sino que ahora, nuestro “cercano” presidente norteamericano, reelecto, ha reconocido la existencia de cárceles secretas de la CIA en el extranjero.
¿Y qué sucede entonces internacionalmente? Pues nada, como siempre. Porque ¿qué le vamos a decir al todopoderoso Bush que además, sostiene él mismo, tiene contacto directo con el Altísimo?
No debemos preocuparnos ¿verdad? Estos centros de reclusión, llamados por el resto del colectivo mundo: cárceles, están solamente diseñados para interrogar a terroristas y no dejar que vuelvan a cometer atentados como los del 11S. Además, según el presidente, era necesario trasladar a estos terroristas a un ambiente en el que, interrogados por expertos (y no por brutales policías sin escrúpulos como creemos todos los que no nos creemos las versiones oficiales yankis), explicasen y pagasen por sus actos terroristas. Además, explicaba Bush (en un discurso en la Casa Blanca con familiares de las víctimas de los atentados del 11S), que sólo tenían allí internados (por no decir encarcelados, recluidos, aprisionados, que suena mucho más a dura realidad que a “happy ending” cuentito americano) a un pequeño número de ellos y que estaban allí porque “La principal fuente de información sobre los planes de los terroristas y sobre sus escondites son los mismos terroristas''. Vaya una noticia ¿no creen? ¿Se quedan tranquilos con estas explicaciones? ¿Les basta?
Pues parece que a Bush y al pueblo que lo reelige sí. Con esto les basta; no tienen que dar más explicaciones porque nadie se las pedirá jamás. Da igual que no haya armas de destrucción masiva cuando juraron y perjuraron que las había; cuando nos enseñaron fotos en las que aparecían. Da igual que hasta este miércoles el gobierno americano no reconociese oficialmente que sí existían las cárceles secretas de las que hace un año se hacía eco el periódico “The Washington Post” y en las que, esto no se dice, se violan los derechos humanos (si no… ¿para qué llevárselos tan lejos?). Bush rehúsa ofrecer detalles sobre las tácticas de interrogatorio en las prisiones de la CIA, y aclara que pese a ser duras no suponen tortura. Y nosotros nos los tenemos que creer (como lo de Irak). Sí señores lectores; Todo les da igual porque el resto del mundo les seguimos permitiendo todo (al menos por ahora).
Y es necesario que sepan, y visualmente puede que lo entiendan mejor, que las cárceles “secretas” de la CIA tienen seguro más similitudes con la cárcel de la película “El expreso de medianoche” de Alan Parker que con las cárceles ultramodernas holandesas donde los prisioneros tienen brazaletes electrónicos para que las autoridades sigan cada uno de sus movimientos. En estas cárceles, las celdas están equipadas con micrófonos que transmiten la información a través de un software de reconocimiento de emociones hasta el centro de control de la prisión, para que allí la analicen.
Y dirán algunos: Pero aún así, son cárceles. Y sí, lo son. Pero si ustedes vieron la película de Alan Parker, entenderán porqué las cárceles como las de esa película, las cárceles “secretas” de la CIA, y todas y cada una de las cárceles que no cumplan los requisitos mínimos comprendidos en los cuatro Convenios de Ginebra de 1949 y sus dos Protocolos adicionales de 1977 que son los principales instrumentos del derecho humanitario, deben ser clausuradas y desmanteladas internacionalmente. No podemos permitir que nadie, bajo ningún concepto, esté en cárceles en condiciones inhumanas.
Da igual que en ellas se encuentren arrestados personajes como Khalid Sheik Mohammed, quien se cree era el número tres del grupo terrorista Al Qaeda antes de ser capturado en Pakistán en el 2003; Ramzi Binalshibh, quien supuestamente tenía planes para haber sido otro de los secuestradores del 11-S y Abu Zubaydah, quien se cree tenía un vínculo con el saudí Osama bin Laden antes de ser capturado en Pakistán en marzo del 2002.
Da igual. Ese tipo de cárceles no deben existir; y la impunidad para el presidente de Norteamérica tampoco.
© Cristina Caramés Espada (columnista del Diario de Ferrol), publicado con permiso de la autora
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