jueves, septiembre 17, 2009

¿Y eso es lo que Obama llama "change" [cambio]?

Bueno, semánticamente se podría de hecho hablar de un "cambio', pero en la prácita ha cambiado terriblemente poco en la política internacional de Estados Unidos, a no ser el:
  • que se está mandando aún más material asesino a Afganistán (véase WSWS, 14 de septiembre, el análisis de CNN del 29 de agosto y el del New York Times del 13 de septiembre de este año), donde entretanto también se han realizado elecciones presidenciales, que según la tradición estadounidense de 2000 y 2004 estaban plagadas de enormes fraudes (véase el New York Times del 8 de septiembre de este año);
  • que el embargo económico contra Cuba ha sido prolongado con (de momento sólo) un año (De Standaard del 15 de septiembre de 2009);
  • que formalmente se han retrasado un poco más las acciones militares contra Irán por negociaciones nominales sobre los proyectos nucleares de Irán (New York Times del 11 de septiembre), pero que la amenaza de sanciones sigue en pie (WSWS del 14 de septiembre);
  • que las amenazas de palabra contra Venezuela ahora han sido convertidas en una auténtica amenaza militar por el establecimiento de nada menos que siete bases militares en Colombia (véase p.e. mi artículo de anteayer y Los políticos de la derecha son simplemente estúpidos ¡o perversos mentirosos! de anteayer y El Universal del 14 de septiembre);
  • que ahora sí se hacen demandas del régimen israelí - aunque siguen siendo demandas que Israel sin problemas puede dejar de observar (véase Haaretz, 14 de septiembre de 2009); y:
  • que en Washington sí se cuentan historietas democratoides sobre los golpes de estado, como el de Honduras (Reuters, 29 de junio de 2009), pero que EE.UU. no obstante opinan que en primer lugar hacen falta negociaciones entre los golpistas y el gobierno legítimo - y de hecho están implicados en el mismo golpe de estado (Global Research del 15 de julio de 2009).
En breve, Obama suena diferente (y da menos asco) que su antecesor George W. Bush, pero continúa ejecutando su misma política, aunque con un lenguaje diferente. Es, en pocas palabras, el mismo perro pero con otro collar. Y está claro que no puede hacer otra cosa, porque no es más que el títere jugado por los verdaderos poderosos de Estados Unidos, la industria armamentista y la del petróleo. En realidad sólo hay una solución: Estados Unidos y sus intereses económicos han de ser aislados herméticamente del resto del mundo (y del universo).

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