Estamos en el año 2060 y ponemos que no hay mejor ejecutor que la historia. De ninguna manera podemos analizar nuestros logros, errores y tragedias sino es en una retrospectivo omnisciente. La Segunda Guerra Mundial después de 70 años se presentaba muy diferente de como se sentía en los años '50 y '60 del siglo XX, cuando todavía se dejaban notar en el mundo entero las réplicas y la política seguía coloreada por las relaciones tan revueltas. El holocausto, por muy terrible que fuera, después apareció en otra luz cuando le seguieron muchos otros genocidios y tragedias raciales. Estaba claro que no habíamos aprendido nada de nuestra reciente y sangrienta historia. Después de este bajo definitivo del mundo moderno, nos vimos enfrentando otras muchas guerras, el comunismo, la carrera armamentista nuclear y el terrorismo, tanto de parte del nacionalismo fanático como de parte de gobiernos aliados. Este último culminó en el atentado contra las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001.
En el curso de los diez años que seguían los atentados en los EE.UU., el paisaje político del mundo cambió dramáticamente. Ya no era el Peligro Rojo del este que tenía el dedo amenazador sobre "el botón", sino los escurridizos y a menudo invisibles terroristas islamistas que consiguieron penetrar en los estados soberanos del oeste sembrando la muerte. Mientras que anteriormente nos refugiábamos bajo paraguas atómicos y nos protegíamos con organizaciones "stay behind", ahora teníamos que contemplar impotentes cómo pequeñas células de islamistas sabían herir el mismo núcleo del potente occidente. Eso al menos es lo que entonces se pensaba. O lo que se les quería hacer creer a la gente; era una época agitada. Después de la disolución de hecho del Pacto de Varsovia el mundo occidental parecía un caos, en el que no sólo Europa seguía temblando a consecuencia de una horrible guerra en los Balcanes, África lamía sus heridas después del genocidio en Ruanda, sino que también el Oriente Medio conocía su período más revuelto después de la guerra entre Irán e Irak; esta vez la sufrían Afganistán e Irak. Todo esto fué una consecuencia directa de los atentados que tuvieron lugar el 11 de septiembre de 2001.
Nadie había podido sospechar que estas guerras hubieran podido tener consecuencias directas para casi todos los países del mundo. Aunque siempre eran los mismos países los que se implicaban en esta agresión ilegítima contra estados soberanos, el fantasma del miedo vagaba por el mundo entero. Ahora, más de 50 años después de los atentados contra las Torres Gemelas, podemos ver las consecuencias tan trascendentales que han tenido. Una vez se había atenuado el horror, muchos ciudadanos de estados democráticos se veían enfrentando una inesperada repressión: por sus propios gobiernos. Durante los 15 años que siguieron el 11S habían estado cegados por el miedo al terrorismo, a la religión y a los extranjeros. Un miedo que sus gobiernos habían conseguido inyectar eficazmente por una auténtica propaganda. Todo comenzó en EE.UU., donde se introdujeron leyes cada vez más dracónicas y donde torturas, secuestros, propaganda y el terror estatal llegaron a formar una parte de la realidad de cada día. En los años después este autoinstaurado terror también se divulgó por países europeos y más allá. Muchos países se aprovecharon de esta excusa para poner en orden sus asuntos internos y las leyes antiterror por consiguiente sobre todo se utilizaron para aplastar opositores internos y alguna esporádica sublevación. Todo eso en nombre de la seguridad y de la lucha contra el terrorismo.
A pesar de que en los libros de historia se puede leer que personas como Cheney, Blair y Balkenende fueron acusados por la Corte Internacional de Justicia de La Haya con un éxito cambiante, todavía sigue atormentándonos la sensación por la que nos preguntamos si esto no podría volver a ocurrir. Sigue siendo una idea inquietante el que pueblos tan avanzados técnica y económicamente se dejasen infundir miedo por peligros invisibles. Exactamente como pasaba cuando la Guerra Fría. No es de extrañar que los historiadores se refieran a los dos primeros decenios del siglo XXI con el nombre de Angstwende [viraje de miedo]; se temía un calentamiento del clima, pandemias de la gripe aviar y del SIDA, el terrorismo islamista y catástrofes cósmicas. Los ciudadanos de estados democráticos se veían enfrantando una supervisión masiva por cámaras en las calles y en la red de carreteras, registros preventivos por la policía, inútiles controles maliciosos en los aeropuertos, vigilancia individualizada por satélites, un aumento de la violencia policíaca, etiquetas RFID e incluso intervenciones militares en el propio país. Pero sobre todo nos vimos enfrentando una ofensiva propagandística sin precedentes a través de los medios de comunicación.
En el comienzo del nuevo milenio los nuevos medios habían entrado definitivamente en el paisaje público y político, con en primer lugar el desarrollo tumultuoso del internet. El internet por fin había madurado y nunca antes era tan fácil conversar y discutir sin la limitación de fronteras. Ya no dependíamos de los medios convencionales para las noticias y eso trajo consigo un terremoto social y político. Al principio eso causó el pánico entre los medios de comunicación porque veían cómo su monopolio para la divulgación de noticias estaba siendo atacado por webs de noticias y de blogs. El orden establecido empezó a preocuparse por el medio que podía transmitir las noticias por toda la tierra como un torbellino y tenaz como un incendio en una turbera. La política se preocupaba porque así se socavaron sus cortos con los medios establecidos y decidió contraatacar. Esto se reflejó en la equiparación en el año 2012 en un número de resoluciones de las Naciones Unidas del 'terrorismo virtual' con el terrorismo físico. Al mismo tiempo varias leyes nacionales permitieron la persecución internacional de infractores virtuales. Hasta entonces sólo los paises de la UE, Inglaterra, EE.UU., Israel y Australia habían introducido anteriormente leyes rigurosas para cortarles las alas a virtuales defensores de la libertad. La consecuencia fué una segunda ola de miedo entre los ciudadanos que recordaba fuertemente las secuelas del 11S, pero que de algún modo parecía más penetrante que aquella. El control estatal ahora penetraba en las casas por el internet.
Hasta entonces los ciudadanos ya se habían casi ido acostumbrándo a que su propio gobierno les controlase y parecían olvidar que el gobierno en realidad estaba allí para servir a los ciudadanos. Después de todo se imponen numeros paralelos con regímenes fascistas del siglo XX, pero al comienzo del tercer milenio estaban mejor disfrazados bajo un velo de retórica democrática y argumentos en favor de una mayor seguridad. El gobierno no se rajaba ante un despliegue de sus fuerzas en programas 'reality' patrocinados por el gobierno en los cuales los que sobrevenían las leyes cada vez más inclementes fueron detenidos brutalmente y en algunos casos incluso murieron al ser detenidos. Eso llevó a una ola de protesta en algunos países europeos, pero las imágenes de policías antidisturbios que mutilaron a ciudadanos con armas microondas y las imagenes de los llamados campos provisionales de detención habían grabado un miedo colectivo en las mentes de los ciudadanos. Un número de gobiernos se arriesgó a demasiado de modo que los ciudadanos empezaron a darse cuenta de que el verdadero enemigo no se escondía en mezquitas o en santuarios virtuales, sino en edificios gubernamentales y juzgados. Esto a mediados de los años '20 llevó a cada vez más barullo y al crecimiento explosivo de FreeBoid: una alternativa inalámbrica y entonces impenetrable del internet terrestre; el internet que en aquel entonces ya estaba completamente bajo el control de los gobiernos y cooperaciones.
Al mismo tiempo los historiadores se asombran del desarrollo de ese terror de angustia y se sigue uno preguntando cómo ha podido ocurrir, a pesar de que el ciudadano cada vez tenía más acceso a informaciones. Mucho antes de que salieran documentos y testimonios sobre lo que pasó el 11S, ya se había demostrado que los atentados no podían haber tenido lugar sin la colaboración del entonces gobierno. Y no hablamos aún de los rumores persistentes que implican a Israel y Pakistan en la historia. Similares pruebas también se encontraron con respecto a los atentados de 2004 en Madrid y 2005 en Londres. Con respecto al atentado terrorista a la base militar estadounidense en Turquía del año 2009 hasta se pudo demostrar la implicación del gobierno de Israel gracias a material visual y testimonios. A raíz del intentado fracasado 'atentado terrorista' aquel mismo año en Bruselas la desconfianza de muchos ciudadanos aumentó tanto que desde entonces no volvió a haber atentados atribuídos a Al Q'aida. Sin embargo el control asfixiante de las autoridades sobre sus ciudadanos seguía creciendo.
Un número de autores e historiadores atribuyó este miedo infundado al vacío aparecido después de la caída del Telón de Acero y a la fuerte reaparición de naciones que desde la Edad Media no habían figurado en la escena mundial. En el comienzo del milenio las autoridades de los países aliados por arte de magía sacaron un conejo con turbante del sombrero con la idea de haberse así asegurado de su nuevo Peligro Rojo para el siglo recién empezado. Muy pocas veces la historia había visto un control tan penetrante por gobiernos en la sombra y servicios secretos que parecían servir a maestros obscuros. Se hacía un uso óptimo de la técnica para divulgar el miedo y la propaganda para mantener el pueblo en una mano de hierro. Sin embargo era esta misma técnica la que llevó a la ruina de esos criptofascistas; la libertad busca su propio camino por todos los senderos posibles. Aunque podamos sentirnos orgullosos de la obstinación de la gente de aquella época, todo esto también ha sido una importante lección. Nunca antes se había jugado el juego de manera tan astuta: bajo un velo de democracia y libertad se cometieron los crímenes más serios y se robó la mayoría de las libertades. Al pueblo se sosegaba con telebasura, propaganda y comida rápida y los líderes, elegidos democráticamente, podían ir a su aire.
No pensemos ahora, 50 años más tarde, que eso nunca volverá a suceder.
Este artículo lo publicó en neerlandés Antagonizer en Zapruder Inc. Portal el 1 de diciembre de 2007. La versión original en neerlandés se puede leer aquí.
Traducción por Dwarslezer, publicada con el permiso del autor.
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