A lo largo de esta semana he recibido varios correos electrónicos en los que se me instaba a mandar una carta, adjuntando mi nombre, mis apellidos y mi DNI, a los gobiernos de tres países que pueden ser decisivos en el voto a favor de un Tratado Internacional para el control de armas. Estos tres países son: México, Filipinas y Marruecos.
Como muchos de ustedes, yo me he unido a esta campaña que alientan, conjuntamente, Amnistía Internacional, IANSA, y Oxfam, por una serie de motivos que ahora mismo les explico:
En primer lugar porque aunque nos parezca una postura estatalmente lícita y exigible el hecho de que los gobiernos deban proteger a sus ciudadanos dentro de sus fronteras, creo que es éticamente reivindicable que, como seres humanos, prevengamos la vulneración de los derechos humanos en otros países. Esto es, que si consideramos que en España los niños, adolescentes, adultos cualesquiera, no deben tener acceso a las armas. ¿Por qué no pedirlo para el resto del mundo? ¿Consideran, acaso, que haciendo esto estamos siendo demasiado paternalistas?
Quizá sí, pero digámoslo de otra manera: Hay millones de armas que se encuentran, se adquieren, y se utilizan, con mucha más facilidad de la que podemos imaginar en casi cualquier rincón del mundo. Estas armas se utilizan para: perpetuar los conflictos violentos, delinquir, asesinar en los hogares, mantener reprimidos a pueblos enteros… La situación es francamente dantesca.
Todos y cada uno de los días; cada minuto, cada segundo que usted utiliza para leer este texto, mueren asesinados hombres, mujeres, y niños de todo el mundo por armas que están fuera de control y que algunos, como el secretario general de Naciones Unidas, ya han acordado calificar como “las auténticas armas de destrucción masiva”.
No estoy diciendo, desde estas líneas, que los estados deban desarmarse, que no deban fabricarse armas, o que no deban usarse.
Lo que estoy diciendo es que mientras toda la atención internacional parece centrarse en la necesidad de controlar las armas de destrucción masiva de determinados países (no olvidemos que Estados Unidos también posee armas de destrucción masiva y ningún país le exige que deje de tenerlas); mientras tanto, las armas convencionales disfrutan de vacíos legales. Esto es, los mecanismos que existen para el control en la proliferación de armas no son obligatorios, no siempre se aplican, y contienen numerosas lagunas legales. Es por este motivo que se necesita un Tratado Internacional para el control de armas (afortunadamente ya se han adherido 23 países de los cinco continentes ente los cuales se encuentra España).
Este tratado obligaría a todos los estados a elaborar una serie de procedimientos para transferir las armas; prohibiría las transferencias de armas a países que tuvieran embargos, al igual que se prohibirían las armas que causan sufrimiento innecesario como las minas o las armas cegadoras o láser. Otro de los puntos importantes de este tratado sería el que los principios de aplicarían por igual a los Estados, a los intermediarios y a los transportistas. Se impedirían las transferencias a países donde se cometen violaciones de los derechos humanos, genocidios, crímenes de guerra, etc.
Les repito, como rezan en la página www.controlarms.org, que no se trata de prohibir totalmente las armas ni de no usarlas legítimamente para la autodefensa y la protección de los ciudadanos. Se trata, exclusivamente, de controlar de manera efectiva su comercio y su uso de manera que si se incumplen las normas (de uso) se pueda recurrir a la justicia. De esta manera, poseyendo instrumentos legalmente vinculantes y globales, podremos aplicar las normas a todos los países por igual.
Sé que les sonará utópico y radicalmente falso teniendo en cuenta el actual panorama político internacional en el que unos países pueden tener armas y otros no (algún día esto también será posible cambiarlo). Pero el Tratado es un pasito más en un camino hacia un mundo mejor. Y si hay que ayudar a darlo, hagámoslo.
© Cristina Caramés Espada, columnista del Diario de Ferrol; publicado con permiso de la autora.
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