Un grupo de organizaciones librepensadoras y humanistas quiere ofrecer algo de contrapeso ligero a todo lo religioso que las relaciones públicas religiosas nos quieren vender. Buen proyecto: los ateos - más o menos las dos terceras partes de la población neerlandesa - podríamos bien buscar un poco más la publicidad con nuestras ideas. Por eso se adoptó el plan de animar autobuses y paradas cubiertas de autobuses con el eslogan "Probablemente dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta la vida".
En España e Inglaterra la versión local de este eslogan ya ha causado mucha conmoción. Ataques violentas de la iglesia católica que acusa a los iniciadores de la campaña de blasfemia (¿pero cómo se puede blasfemiar algo en el que no se cree?), creyentes que se sienten discriminados y heridos, debates de si algo así pertenece en el espacio público, etc.
En los Países Bajos el SGP (1) enseguida se dejó sacar de sus casillas y pasó a preguntas en la Segunda Cámara sobre estos 'textos publicitarios posiblemente escandalosos o hirientes' y preguntó preocupado al gobierno cómo se había de actuar ante posibles conductores de autobús con objeciones de conciencia': ¿seguro que podrán negarse a conducir un autobús con semejante eslogan?
Se impone ahora la pregunta: ¿qué les pasa a los creyentes que se dejan escandalizar tan fácilmente? Siempre son susceptibles y delicados de alma - eso al menos es lo que sugieren sus representantes - y eso mientras que su fe precisamente debería de darles fuerza. ¿Y por qué ese coqueterar con su alma herida y su conciencia afligida? ¿De verdad son tan frágiles y quebradizos los fieles ante la primera contestación, aunque ligera? (¿O es que tal vez quieran indicar así que los que no creemos no tengamos alma ni conciencia, o al menos no tan sensibles como las suyas?)
Los ateos somos mucho más chulos que los creyentes, esa conclusión es ineludible. No nos derrumbamos enseguida en el sofá como Eline Vere (2) al encontrarnos ante una expresión que no nos agrada. Personalmente no me gustan nada los posters que la Asociación contra la Blasfemia (3) cuelga cada año en las estaciones ferroviarias, pero no se me ocurriría presentar una protesta y presentarme como un viajero con objeciones de conciencia, y mucho menos entablar preguntas en el Parlamento. Mi alma no se deja herir tan rápidamente. También ignoro pacientemente la leyenda 'God zij met ons' (4) en el florín y el euro, sin resentimiento herido, y nunca se ha dado de baja ningún empleado de banco por todas esas muestras religiosas contrarias a su opinión durante las horas de trabajo.
Además: a los creyentes ya se les permite más que a los que no creemos. La libertad de culto en la práctica significa bula para la discriminación. Las iglesias pueden despedir a sus empleados homosexuales y negarse a emplear a mujeres, funcionarios creyentes pueden negarse a casar a homosexuales, el obispo van Eijk salió bien parado ante el juez con afirmaciones tontas sobre la homosexualidad - todas cosas que uno que no cree mejor no debería de intentar.
Es curioso que invocando la fe se puede ofender a grupos enteros de la población. Es curioso que sólo se permiten estas cosas a un protestante, católico ortodoxo, musulmán fundamentalista o testigo de jehova. El que los ateos y los agnósticos no tengamos el mismo derecho de afirmar cosas similares, en el fondo ya es discriminatorio. Peor: es una discriminación religiosa. Y lo más curioso es que a uno que se resiste contra tal actitud enseguida se le calienta las orejas con objeciones de conciencia.
aclaraciones de Entrelector:
(1) partico cristianofundamentalista
(2) personaje de una novela de Louis Couperus;
(3) ver p.e. mi artículo ¿Últimos coletazos de la mafia aleluyera? del 29.01.2008;
(4) Dios esté con nosotros.
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