viernes, enero 30, 2009

Además los neerlandeses son, aparentemente, estúpidos...

La cántante de música seria Jo Vincent (1898-1989) algún día en los años 1950 ó 1960) dijo que los neerlandeses tienen un mal gusto para la música, o palabras con este significado. En la época esa afirmación causó bastante indignación, y hasta me parece que el entonces popularísimo humorista Wim Kan le dedicó unas palabras en su programa de nochevieja.

No obstante no es sólo el mal gusto musical que caracteriza a los neerlandeses, porque parece además que los neerlandeses sean más que medianamente estúpidos (o crédulos, suena menos ofensivo). Ya tenía la impresión cuando después del primer fracaso de gabinete Balkenendiano, las elecciones volvieron a presentar tres veces más como vencedores el mismo club sin rumbo, aunque a veces con cabezas diferentes, o con las mismas cabezas en otras sillas.

Ayer la misma credulidad saltó a la vista en un artículo en la página 3 de la edición impresa del Spits, en el que se informaba que el 76% de la población neerlandesa opina que las autoridades están trabajando bien (el por medio de los entrevistados en 20 países era de sólo el 43%), todo ello según el Trustbarometer de Edelman ("empresa independiente de Relaciones Públicas").

Los neerlandeses también tienen confianza en las autoridades con respecto a su vida privada. Una análises del CBP (Colegio para la Protección de los Datos Personales) señala que el 68% de los entrevistados confía en que las autoridades respeten las reglas legales y que no interconecten varias bases de datos. (Webwereld del 28 de enero).

Y para quien necesite todavía más pruebas de la manipulabilidad del pueblo neerlandés, refiero con mucho gusto (en realidad, más bien con un gran disgusto) a de Pers de hoy, que despilfarra dos páginas para "demostrar" que los neerlandeses no queramos una república y que estemos contentos con la monarquía, para lo cual utiliza -previsiblemente- las mismas chorradas de siempre.

Este artículo es adornado con un retrato muy ampliado que
desde hace décadas ya conocemos por su presencia en los sellos y con una foto de alguien en un uniforme de opereta con una imitación malograda de Romy Schneider (en el papel de Sissi). No importa los escándalos o traspiés que tengan lugar dentro y alrededor de esa familia, el pueblo lo traga una y otra vez, y cada vez que se bautice a otra Mínima, las tres cuartas partes de la población se agrupa alrededor de sus televisores en admiración babosa. No se preguntan porqué ellos se han de contentar con el salario minímo, y porqué ellos han de correr el riesgo de ser despedidos por malversaciones por su empleador o de perder parte de su pensión porque su fondo de pensiones no dispone de suficientes reservas, como está pasando ahora por la crisis económica (véase p.e. de Volkskrant de ayer), mientras que la "casa real" sin preocupaciones puede vivir en la opulencia, y además se puede aprovechar de toda clase de arreglos no completamente oficiales.

Y eso a sabiendas de que estos falsos Oranje (porque en realidad son una rama lateral de los Nassau frisones) sólo pudieron llegar al poder tomándolo en el año 1814 con la ayuda de 464 aristócratas (de los cuales 26 se opusieron) en el vacío político después de la caída de Napoleón. Cuando en agosto de 1815 también ofrecieron la posibilidad de pronunciarse a aristócratas de la parte belga del país, más de la mitad se opuso, pero por orden superior se decretó que 126 de ellos se habían equivocado. Y así los "Oranje" se aseguraron de una bicoca con fantásticas condiciones laborales secundarias... (Para más información: Anton Constandse, Oranje zonder mythe [Oranje sin mitos], 1980; Stg. Pamflet, Amsterdam).

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